Curso de Magia Tarbell Vol. 6
Harlan Tarbell
978-84-15058-06-942,00€
Año de Edición: 2014
Traducción: Iñaki Caballero San Martín
Producción Gráfica: ilustraciones y fotografías: Harlan Tarbell
472 págs.
Encuadernación: cartoné
Formato: 25cmx18cm
Volumen VI
(Lecciones 73 a 84)
Escrito e ilustrado por
Harlan Tarbell
Editado por
Ralph W. Read
Edición revisada
Traducido por
Iñaki Caballero San Martín
Producción Editorial por
Gabriela Goldadler
Revisión de la versión española por
Aitor Marcilla Sarasola y David Redondo Álvarez
Prueba la rutina de Bob Ellis «El misterio de la cuerda Vishnu». Te olvidarás de todas las demás.
Muchos mentalistas darían su alma al diablo por saber cómo se hace el Test telepático de dibujos de Robert Parris. El método solo tiene una calificación: genialmente diabólico.
El Juego «Una palabra de mil» de Al Koran, se sigue vendiendo a día de hoy al precio de dos tomos Tarbell. ¡Aquí tienes el original!
Conoce con detalle el método y la forma en que Harry Houdini realizaba «El baúl de la metamorfosis».
-------------------------------------------------------------
Entre todos aquellos que pertenecen a las diversas sociedades mágicas del mundo no habrá nadie que no haya aprendido en una u otra ocasión algún juego del Dr. Tarbell. Hay muchos para quienes toda su profesión se basa en lo aprendido en el Curso Tarbell, ese vasto almacén de conocimientos mágicos, esmeradamente ilustrados con gran detalle, con un texto claro, transparente, escrito en un lenguaje tan sencillo que los estudiantes pueden realizar los juegos casi nada más leerlos. El doctor Tarbell tenía dos dones innatos que encajaron a la perfección con la destreza que luego adquirió como mago: dibujaba como un ángel, y escribía con asombrosa claridad.
Él, en solitario, fue capaz de dar con un sistema que permitiera a los magos, tanto principiantes como veteranos, aprender de forma rápida y fácil.
Quizá nunca le hayas conocido personalmente, aunque era tan fiel a la familia mágica que rara vez dejó de asistir a cualquier congreso nacional o local, a cualquier reunión del clan. Cuando te encontrabas con él por primera vez, veías a un pequeño Will Rogers, el actor, delgado, fibroso, de metro setenta y seis de altura, sin sobrepasar nunca los sesenta kilos, de mirada penetrante, de palabra fácil, un poco nervioso e inquieto, amable con todos, de trato agradable, y muy asequible.
El doctor Tarbell no pertenece solo a su generación. Será conocido como el mejor profesor de magia de la historia. El hombre que dictó las normas y actuó conforme a ellas.
Encuadernación: cartoné
Formato: 25cmx18cm
Volumen VI
(Lecciones 73 a 84)
Escrito e ilustrado por
Harlan Tarbell
Editado por
Ralph W. Read
Edición revisada
Traducido por
Iñaki Caballero San Martín
Producción Editorial por
Gabriela Goldadler
Revisión de la versión española por
Aitor Marcilla Sarasola y David Redondo Álvarez
Prueba la rutina de Bob Ellis «El misterio de la cuerda Vishnu». Te olvidarás de todas las demás.
Muchos mentalistas darían su alma al diablo por saber cómo se hace el Test telepático de dibujos de Robert Parris. El método solo tiene una calificación: genialmente diabólico.
El Juego «Una palabra de mil» de Al Koran, se sigue vendiendo a día de hoy al precio de dos tomos Tarbell. ¡Aquí tienes el original!
Conoce con detalle el método y la forma en que Harry Houdini realizaba «El baúl de la metamorfosis».
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Entre todos aquellos que pertenecen a las diversas sociedades mágicas del mundo no habrá nadie que no haya aprendido en una u otra ocasión algún juego del Dr. Tarbell. Hay muchos para quienes toda su profesión se basa en lo aprendido en el Curso Tarbell, ese vasto almacén de conocimientos mágicos, esmeradamente ilustrados con gran detalle, con un texto claro, transparente, escrito en un lenguaje tan sencillo que los estudiantes pueden realizar los juegos casi nada más leerlos. El doctor Tarbell tenía dos dones innatos que encajaron a la perfección con la destreza que luego adquirió como mago: dibujaba como un ángel, y escribía con asombrosa claridad.
Él, en solitario, fue capaz de dar con un sistema que permitiera a los magos, tanto principiantes como veteranos, aprender de forma rápida y fácil.
Quizá nunca le hayas conocido personalmente, aunque era tan fiel a la familia mágica que rara vez dejó de asistir a cualquier congreso nacional o local, a cualquier reunión del clan. Cuando te encontrabas con él por primera vez, veías a un pequeño Will Rogers, el actor, delgado, fibroso, de metro setenta y seis de altura, sin sobrepasar nunca los sesenta kilos, de mirada penetrante, de palabra fácil, un poco nervioso e inquieto, amable con todos, de trato agradable, y muy asequible.
El doctor Tarbell no pertenece solo a su generación. Será conocido como el mejor profesor de magia de la historia. El hombre que dictó las normas y actuó conforme a ellas.
Lección 73: Más Magia con bolas
Una bola atraviesa un pañuelo
Bolas cazadas en el aire
Alto - pase. C. James McLemore
Los cubiletes de Crandall
«Senator» Clark. Crandall
Tiestos y naranjas. Harlan Tarbell
Lección 74: Cartomagia especial
La carta saltarina
La carta en el sobre. James Reneaux
Cartas fantasmas. Stanley Palm
¿Ande andará? Mariano Palhinha
Una oportunidad entre ocho. Francis Haxton
Inspirado. Francis Haxton
El «siempre seis» de Maldo. Senor (Señor) Maldo
El «siempre seis» de Berland. Sam Berland
Siempre seis a una sola mano. Clarke Crandall
La carta en el globo. Hen Fetsch
Lectura mental de cartas. Clayton Rawson
Lectura mental de cartas. Harlan Tarbell
El entrenamiento del tahúr. Rufus Steele
Lección 75: Novedades mágicas
Dos cintas cortadas. Al Sharpe
El nudo permutado. Sid Miller & Sol Hirsh
El nudo fantasma. U. F. Grant
Pañuelos misteriosos. George Blake
La rutina de George Blake
Aro, silla y cuerda. Graham Adams
«El sueño del avaro» con billetes. Bob Ellis
La producción de los billetes
La caja de cerillas mística. Blackstar
Novedosa desaparición de una moneda
La cerveza que desaparece. Charles Weller
La seda atraviesa el vidrio. Tan Hock Chuan
La etiqueta fantasma. Harlan Tarbell
Tres misterios con la etiqueta fantasma
La etiqueta viajera. Harlan Tarbell
Bolsa funcional. Fu Manchu
Efecto clásico con un cigarrillo. U. F. «Gen» Grant
Regia desaparición de un cigarrillo
«Dios las cría…». George Sands & Mallory Van Slyker
Tablilla para «gana la banca». Harlan Tarbell
«Gana la banca» con sobres. Harlan Tarbell
La carta magnética y el sobre. Harlan Tarbell
Lección 76: Milagros con cuerdas
El misterio de la cuerda de Vishnu. Bob Ellis
El aro en la cuerda. Harold Denhart
El aro y la cuerda al modo indio. Harlan Tarbell
Aro y cuerda. Peter Warlock
Aro y cuerda de Zella. U. F. Grant
Otro final para el aro y cuerda de Zella
Aros y cuerdas de Bombay. U. F. Grant
Cuerda «magnética». E. J. Moore
Rutina de aros chinos con cuerdas. Harlan Tarbell
Lección 77: Lectura mental
Dibujos telepáticos. Robert Parrish
Demostración de lectura mental astrológica. Sterling & Tarbell
Anticipación del pensamiento. Sydney Bergson
Lectura de un mensaje real
Lectura de un mensaje en el diccionario. Sid Lorraine
Lectura de un mensaje en una tarjeta «empaquetada». Harlan Tarbell
Lectura mental de una tira de papel
Una tarjeta para predicciones. Gerald Kosky
El metalismo de Parrish. Robert Parrish
Mensaje de los infiernos. Jack Avis
Predicción en sobre. Tarbell & Butler
Majestuosa predicción de los titulares de un periódico
Predicción de titulares del periódico. Tarbell & Parrish
Elección de celebridades
Cómo ganar tres apuestas en las carreras de caballos
Elección del espectador
Una palabra entre miles. Al Koran
Lección 78: Rayos X y ojos vendados
Magia a ciegas
Vendaje con un simple pañuelo
El vendaje moderno
La conducción a ciegas
La capucha sublime
La capucha de terciopelo
Lección 79: Pañuelos y cuerdas penetrantes
Un pañuelo atado con un nudo sencillo atraviesa una cuerda
El pañuelo liberado de la cuerda. L. Vosburgh Lyon
Liberación de un nudo sencillo. Jimmy Herpick
Nudo soluble con un pañuelo. Harlan Tarbell & Harold Rice
El nudo Middleswart. Roger Middleswart
Liberación de tres pañuelos. Harlan Tarbell
Pañuelo a través de la muñeca
Lección 80: Escapes e intercambios
La metamorfosis. El misterio del baúl del intercambio
Escape de una caja de lona
Intercambio en una caja de lona
Majestuoso escape de un cajón de embalaje
Escape de un cajón de embalaje. «Gen» Grant
Escape de una caja de embalaje. Tarbell & Grant
Escape de un cajón de embalaje. Fischer & Bamberg
Escape de una bolsa de papel
Escape del envoltorio de un caramelo
Lección 81: Ataduras espiritistas y chalecos vueltos del revés
Atadura espiritista. Bob Gysel
Maravillosa atadura de las muñecas
La atadura de Kellar. Harry Kellar
El chaleco vuelto del revés
Lección 82: Magia de escena
El micrófono mágico. Fu Manchu
La cinta china a través del cuello
Bandeja servante. Samuel Berland
La bandeja con trampa pozo del juez Wethered. E. H. C. Wethered
El misterio del turbante indio
Rutina con cigarrillos encendidos. Don Greenwood
Rutina con cigarrillos. Jack Chanin
Producción de cigarrillos. George Sand
Rutina con cigarrillos. Jimmy Herpick
El cigarrillo fantasma. George Sands
La moneda en el ovillo de lana. David Tobias Bamberg
El anillo en el ovillo de lana. David Tobias Bamberg
El brazo atravesado por un cuchillo. Ed Reno
Lección 83: Producciones para escena
Producciones en una caja de cartón. U. F. Grant
Producción «cuadrado y círculo»
Los pañuelos que cambian de color. Harlan Tarbell
Rutina con los «tubos de órgano». Vincent Malmstrom
La casa de muñecas
La tragaperras. Milbourne Christopher
Lección 84: La Magia como teatro
La magia como teatro. Fred Keating
Una bola atraviesa un pañuelo
Bolas cazadas en el aire
Alto - pase. C. James McLemore
Los cubiletes de Crandall
«Senator» Clark. Crandall
Tiestos y naranjas. Harlan Tarbell
Lección 74: Cartomagia especial
La carta saltarina
La carta en el sobre. James Reneaux
Cartas fantasmas. Stanley Palm
¿Ande andará? Mariano Palhinha
Una oportunidad entre ocho. Francis Haxton
Inspirado. Francis Haxton
El «siempre seis» de Maldo. Senor (Señor) Maldo
El «siempre seis» de Berland. Sam Berland
Siempre seis a una sola mano. Clarke Crandall
La carta en el globo. Hen Fetsch
Lectura mental de cartas. Clayton Rawson
Lectura mental de cartas. Harlan Tarbell
El entrenamiento del tahúr. Rufus Steele
Lección 75: Novedades mágicas
Dos cintas cortadas. Al Sharpe
El nudo permutado. Sid Miller & Sol Hirsh
El nudo fantasma. U. F. Grant
Pañuelos misteriosos. George Blake
La rutina de George Blake
Aro, silla y cuerda. Graham Adams
«El sueño del avaro» con billetes. Bob Ellis
La producción de los billetes
La caja de cerillas mística. Blackstar
Novedosa desaparición de una moneda
La cerveza que desaparece. Charles Weller
La seda atraviesa el vidrio. Tan Hock Chuan
La etiqueta fantasma. Harlan Tarbell
Tres misterios con la etiqueta fantasma
La etiqueta viajera. Harlan Tarbell
Bolsa funcional. Fu Manchu
Efecto clásico con un cigarrillo. U. F. «Gen» Grant
Regia desaparición de un cigarrillo
«Dios las cría…». George Sands & Mallory Van Slyker
Tablilla para «gana la banca». Harlan Tarbell
«Gana la banca» con sobres. Harlan Tarbell
La carta magnética y el sobre. Harlan Tarbell
Lección 76: Milagros con cuerdas
El misterio de la cuerda de Vishnu. Bob Ellis
El aro en la cuerda. Harold Denhart
El aro y la cuerda al modo indio. Harlan Tarbell
Aro y cuerda. Peter Warlock
Aro y cuerda de Zella. U. F. Grant
Otro final para el aro y cuerda de Zella
Aros y cuerdas de Bombay. U. F. Grant
Cuerda «magnética». E. J. Moore
Rutina de aros chinos con cuerdas. Harlan Tarbell
Lección 77: Lectura mental
Dibujos telepáticos. Robert Parrish
Demostración de lectura mental astrológica. Sterling & Tarbell
Anticipación del pensamiento. Sydney Bergson
Lectura de un mensaje real
Lectura de un mensaje en el diccionario. Sid Lorraine
Lectura de un mensaje en una tarjeta «empaquetada». Harlan Tarbell
Lectura mental de una tira de papel
Una tarjeta para predicciones. Gerald Kosky
El metalismo de Parrish. Robert Parrish
Mensaje de los infiernos. Jack Avis
Predicción en sobre. Tarbell & Butler
Majestuosa predicción de los titulares de un periódico
Predicción de titulares del periódico. Tarbell & Parrish
Elección de celebridades
Cómo ganar tres apuestas en las carreras de caballos
Elección del espectador
Una palabra entre miles. Al Koran
Lección 78: Rayos X y ojos vendados
Magia a ciegas
Vendaje con un simple pañuelo
El vendaje moderno
La conducción a ciegas
La capucha sublime
La capucha de terciopelo
Lección 79: Pañuelos y cuerdas penetrantes
Un pañuelo atado con un nudo sencillo atraviesa una cuerda
El pañuelo liberado de la cuerda. L. Vosburgh Lyon
Liberación de un nudo sencillo. Jimmy Herpick
Nudo soluble con un pañuelo. Harlan Tarbell & Harold Rice
El nudo Middleswart. Roger Middleswart
Liberación de tres pañuelos. Harlan Tarbell
Pañuelo a través de la muñeca
Lección 80: Escapes e intercambios
La metamorfosis. El misterio del baúl del intercambio
Escape de una caja de lona
Intercambio en una caja de lona
Majestuoso escape de un cajón de embalaje
Escape de un cajón de embalaje. «Gen» Grant
Escape de una caja de embalaje. Tarbell & Grant
Escape de un cajón de embalaje. Fischer & Bamberg
Escape de una bolsa de papel
Escape del envoltorio de un caramelo
Lección 81: Ataduras espiritistas y chalecos vueltos del revés
Atadura espiritista. Bob Gysel
Maravillosa atadura de las muñecas
La atadura de Kellar. Harry Kellar
El chaleco vuelto del revés
Lección 82: Magia de escena
El micrófono mágico. Fu Manchu
La cinta china a través del cuello
Bandeja servante. Samuel Berland
La bandeja con trampa pozo del juez Wethered. E. H. C. Wethered
El misterio del turbante indio
Rutina con cigarrillos encendidos. Don Greenwood
Rutina con cigarrillos. Jack Chanin
Producción de cigarrillos. George Sand
Rutina con cigarrillos. Jimmy Herpick
El cigarrillo fantasma. George Sands
La moneda en el ovillo de lana. David Tobias Bamberg
El anillo en el ovillo de lana. David Tobias Bamberg
El brazo atravesado por un cuchillo. Ed Reno
Lección 83: Producciones para escena
Producciones en una caja de cartón. U. F. Grant
Producción «cuadrado y círculo»
Los pañuelos que cambian de color. Harlan Tarbell
Rutina con los «tubos de órgano». Vincent Malmstrom
La casa de muñecas
La tragaperras. Milbourne Christopher
Lección 84: La Magia como teatro
La magia como teatro. Fred Keating
Introducción
Muchos años han pasado desde que empecé a dar clases de magia y a escribir el Curso Tarbell original. En todo ese tiempo he visto ir y venir a muchos magos. Muchos juegos de magia vieron la luz. Fue la era de las sociedades mágicas y de los congresos de ilusionismo. Nacieron y florecieron muchos aficionados nuevos, y artistas profesionales protagonizaron el gran espectáculo del sueño eterno.
El supervisor de los otros cinco volúmenes de este Curso, Ralph Read, gran conocedor de la magia y amigo mío durante muchos años, fue a reunirse con Kellar, Herrmann, Houdini, Thurston y otros grandes maestros de la magia para una gran aventura en un reino nuevo. Mi amigo Bruce Elliot, autor y editor durante doce años de la pequeña pero gran revista de magia Phoenix Magazine, ha tomado el relevo como supervisor. Y le estoy muy agradecido a Louis Tannen, el editor, por haber cooperado conmigo desde el comienzo y ayudarme a hacer posible este nuevo Curso. Ambos han estado soberbios en sus respectivas tareas.
Un aspecto atractivo de la magia es la cantidad de amigos que he hecho gracias a ella. Existe una bella amistad entre la gente interesada por la magia, independiente de su raza o de su nacionalidad. En mis viajes me he visto gratamente sorprendido por el abundante número de personas a las que la magia ha conquistado. Mi Curso de Magia ha llegado a hogares y lugares que jamás hubiera soñado.
Una de las satisfacciones del profesor es ver los resultados que obtiene en sus alumnos, verles crecer y evolucionar, ver la felicidad y estima que les produce su trabajo. Mientras exista la ilusión y el interés por admirar maravillas, la magia seguirá siendo atractiva. Al igual que la música, el arte y la ciencia, la magia vive. Vive incluso en la propia música, en el arte, el teatro y la ciencia, porque prácticamente todos ellos nacieron de la magia. El estilo de presentación debe cambiar para satisfacer a un mundo cambiante, porque la magia tiene que renovarse y evolucionar al ritmo que evolucionan las ideas.
Además de escribir y enseñar magia, me he mantenido activo en cuanto al ilusionismo como profesión, actuando en cada uno de los estados de la Unión, ante los públicos más selectos, incluidos los recintos de gran capacidad como la Civic Opera House, el Orchestra Hall y el Harris Theatre de Chicago, con las mejores reseñas de la crítica especializada. Por consiguiente, he tenido oportunidad de estudiar con detalle el efecto que los diferentes juegos y estilos de presentación causan en el público. Al estudio de mis propias experiencias he añadido la observación atenta de las experiencias de otros magos. La prueba de fuego de cualquier juego de magia es el efecto final que causa en el público. Y cada juego que enseñamos en este Curso ha pasado esa prueba.
Como mi buen amigo Fulton Oursler –editor y escritor– me ha recalcado tantas veces: «Un buen profesor no solo debe conocer la asignatura que imparte y ser capaz de enseñarla; tiene que haber experimentado el éxito con el propio público. Tiene que poder hacer las cosas que enseña, y no solo conocer algo, sino ser una demostración viviente de sus resultados en acción».
Elbert Hubbard fue una gran inspiración en mi vida, porque me enseñó ese tipo de principios. El difunto Ladson Butler –bien conocido en el mundillo mágico– y yo tuvimos la fortuna de pertenecer a los Roycrofters, la organización que creó Elbert Hubbard. Butler era su secretario. Hubbard nos enseñó a trabajar «con cabeza, corazón y manos, y a gozar con nuestro trabajo». También nos decía que «las vallas fueron creadas para aquellos que no pueden volar», o que «tener el estómago lleno y un sueldo fijo no es poca cosa… ¡pero uno debe tener mayores ambiciones!». Cuando necesito un poco de inspiración extra, siempre la encuentro en los escritos de Elbert Hubbard.
En 1892 Elbert Hubbard dejó su puesto como presidente de la compañía de Jabón Larkin, de Buffalo, «para haraganear y estimular el alma, y además buscar una educación superior». Vendió su participación por 75.000 dólares a la edad de treinta y cinco años. El abandono voluntario de una exitosa carrera comercial que prometía beneficios millonarios, requiere coraje y visión. Su ambición era pasar cuatro años en Harvard y cuatro más en una escuela europea. Pero como muchos otros autodidactas, calculó mal y su imaginación magnificó los beneficios que las escuelas iban a proporcionarle. Pronto se cansó de los trabajos académicos y estudiantiles.
Decidió que el tipo de educación que él de verdad quería recibir consistía en sentarse a los pies de grandes hombres y mujeres, estar en contacto con esa gente inmortal cuyas ideas, hechos y logros han sido legados a las generaciones actuales, y seguirán teniendo eco en las futuras. De modo que Hubbard abandonó la escuela, se sentó a los pies de los inmortales y escribió sus experiencias en «Ciento ochenta pequeños viajes a los hogares de los Grandes». Esas descripciones aparecieron como artículos mensuales durante catorce años sin interrupción en su Philistine Magazine (Revista Filistea). Eran obras de arte que ejercieron gran influencia en otros destacados hombres y mujeres. El propio Hubbard era un gran profesor. Aquellos a cuyos pies se sentó, a su vez se sentaron a los de él. Enseñó el amor del hombre por su trabajo, que todo individuo ha nacido para servir y el hombre mejor es el que sirve mejor. Al igual que Arthur Frederick Sheldon, él creía que la maestría consiste en hacer el número correcto de cosas correctas, en la línea correcta y en el tiempo correcto, en el lugar correcto, el número correcto de veces, y siempre con el espíritu correcto.
Estas Lecciones de magia son en realidad «pequeños viajes a los hogares de los Grandes»… de la magia. Muchos magos famosos –tanto profesionales como aficionados– han contribuido con bellos juegos, explicándolos en detalle para los estudiantes de este Curso. Les estoy muy agradecido por la maravillosa cooperación que he tenido, y la aportación de materiales cuyo valor no puede calcularse en meros dólares. Las horas y días invertidos en perfeccionar muchos de estos juegos representan el resultado de años de desarrollo práctico.
Se dice que algunos de los mejores momentos de nuestras vidas transcurren charlando con un amigo. Algunos de mis momentos más felices los he pasado en compañía de magos de todo el mundo. Recuerdo las interesantes visitas que realicé a mi querida Adelaide Herrmann, la viuda del famoso mago Alexander Herrmann, y lo feliz que fui cuando me enseñó y me dejó manejar los Aros Chinos que usaba su marido, el último juego que realizó en su vida, el 16 de diciembre de 1896, en Rochester, Nueva York. Cuando Adelaide me regaló esos aros para mi uso personal, fue un momento de reconocimiento en el que las palabras parecían ser insuficientes.
Recientemente he pasado una semana con mi amigo el doctor Sir Alexander Cannon en su finca de Douglas, en la isla de Man. El señor Cannon es famoso como doctor, terapeuta, psiquiatra y metafísico. Sus libros La influencia invisible y Poderes fácticos han obtenido grandes ventas en América. Hace años el doctor Cannon me ayudó a resolver problemas en mi trabajo en el campo de la curación. ¡Qué dichoso me sentí después, al enterarme de que al doctor Cannon le interesaba la magia! Ya ha cumplido los ochenta, pero, lleno de radiante energía, sigue haciendo magia desde hace más cincuenta años. Tiene un teatro propio en su finca, «La sala encantada», un lugar misterioso con 120 butacas tapizadas, escenario, iluminación especial, estudio de grabación y efectos musicales. En ese teatro mágico di dos conferencias sobre psicología ilustrada con demostraciones de magia, llamadas «Se venden sueños». El propio doctor Cannon se encargó del acompañamiento musical.
Durante mi visita al doctor Cannon, pasando juntos muchas horas maravillosas, yo pensé que no solo es agradable tener un amigo así profesionalmente, sino también por el profundo interés que ambos tenemos por la magia. Mientras viajaba por Inglaterra, Escocia e Irlanda, pensé en los muchos amigos maravillosos que había hecho a través del interés común por el ilusionismo. Una armonía que nos preguntamos si existe en cualquier otra profesión. «Reyes, Reinas y recaderos» que olvidan su posición profesional para ver lo que ocurre mágicamente, o para intercambiar ideas. Los magos sobrevuelan océanos para visitarse unos a otros como «Los brujos volantes». Uno se encuentra con personalidades de las que ha leído cosas, pero a las que nunca ha visto personalmente. Es como entrar en un mundo nuevo.
Hemos tenido interesantes momentos volviendo al pasado, incluso para manejar y compartir los mismos aparatos cuidadosamente construidos de magos inmortales de otros tiempos. Aparatos hechos con el amor del artesano. Mente, corazón y manos colaboran en la construcción de esos aparatos, no muy baratos, pero sí muy buenos.
Edificamos el futuro apoyados en el pasado. Aprovechamos la experiencia. Vivimos hoy y el futuro está ante nosotros. El mago de éxito adapta su personalidad y su trabajo para satisfacer las demandas del momento y de los tiempos venideros. Su capacidad para dar servicio se incrementa. Aprende a aumentar el interés en lo que tiene que dar, no en el mero juego de magia, sino en el valor dramático y el ambiente del que se rodea. Para mantener el interés el poder del discurso es esencial; palabras bien elegidas, que se oigan claramente, que estimulen ideas y sentimientos agradables. Una voz de entonación grave, calmada y sincera logra una mayor carga de influencia, y llega más lejos que una voz aguda. Debo mucho a Jack Reidy, de Chicago, por la ayuda que me prestó para mejorar mi forma de hablar en público. Reidy, veterano actor, productor e instructor de teatro y radio, solía decir:
—Demasiados locutores hablan «cuesta abajo» y sus palabras pierden fuerza al final de la frase, de forma que se hace difícil entenderles. Habla «cuesta arriba» y procura que la última palabra de la frase se distinga mejor que la primera. Que cada palabra esté viva.
Nos expresamos a través de las palabras y cada palabra surge o se crea por una razón diferente. Nuevas palabras aparecen conforme crece la capacidad de expresión del hombre. Dar a una palabra auténtico significado y vida propia es hacerle justicia a esa palabra. Decir simplemente «En lo alto de la colina había algunas naranjas, algunas rosas y algunos melones persas» no es tan eficaz como decir «En lo alto de la colina se podían ver doradas naranjas, flameantes rosas rojas y deliciosos melones persas listos para comer». Las palabras de una presentación mágica no son una mera «charla», como normalmente se les llama, sino que se nos ofrecen para crear mayor interés y atractivo.
El interés llega de diferentes maneras. La cosa más simple puede despertar mucho más interés que un escenario lleno de parafernalia, dependiendo de cómo afecte a las personas individualmente. Si te dirigieras a ver una producción de un millón de dólares en uno de los mejores teatros de la ciudad, y yo te dijera que al mismo tiempo, en un teatro pequeño, proyectaban películas de ti, de tu familia y de tus amigos de la infancia, tomadas muchos años atrás y desconocidas para ti, ¿cuál de las dos ofertas elegirías? Todo depende del interés personal.
En un mundo que busca milagros, a la gente le gusta sentir personalmente que el mago realiza esos «milagros». Nunca he pretendido que mi público me considere listo, buen malabarista, diestro manipulador o hábil operador de aparatos mágicos. Siempre he preferido dar la impresión de que los milagros mágicos ocurren de manera natural. Milagros de lo trivial.
Robert-Houdin, el famoso mago francés, habla en sus Memorias de sus propias experiencias en ese sentido durante su aprendizaje con el maestro de la magia Conde de Crisy, a veces co-nocido como Torrini, y con el que viajó en su juventud. Robert-Houdin escribe:
El mismo día, al levantar la mesa, me entregó una baraja y me dijo que le mostrara mis habilidades. Aunque amedrentado ante un espectador de tan clara visión, un juez cuya destreza me pasmaba, reuní fuerzas y comencé por uno de aquellos efectos a los que había dado el nombre de «florituras». Era un preludio brillante, destinado meramente a deslumbrar a los espectadores con una muestra de la extrema agilidad de los dedos. Torrini me miró con indiferencia y me pareció ver una sonrisa jugueteando en sus labios. Quedé bastante decepcionado, pero él se apresuró a consolarme.
—Realmente admiro tu habilidad – me dijo–, pero tengo poca fe en esas florituras, como tú las llamas. Me parecen brillantes, pero inútiles. Por otro lado, me gustaría saber si las empleas al comienzo o al final de tus juegos de cartas.
—Encuentro totalmente lógico –le respondí– situarlas al comienzo, pues solo pretenden deslumbrar a los espectadores.
—Bueno, hijo mío –continuó él–; diferimos en esa opinión. Yo creo que no habría que situarlas ni al principio ni al final de cualquier juego de cartas. Por esta razón: tras exhibición tan brillante, el espectador solo verá tus juegos como el resultado de la destreza, mientras que si aparentas total simplicidad evitarás que el público intente basarlos en la habilidad. De ese modo produces un efecto sobrenatural, y pasas por ser un auténtico brujo.
—Te recomiendo –prosiguió– moderar tu vivacidad. En lugar de mostrar tanta petulancia en tus movimientos, actúa, por el contrario, con calma extrema, y así evitarás esas torpes gesticulaciones con las que los magos generalmente se figuran que distraen la atención de sus espectadores, cuando lo único que consiguen es aburrirlos.
Mi profesor, para acompañar con ejemplos el precepto, cogió las cartas de mis manos y me mostró, con los mismos pases que yo había realizado, la sutileza del disimulo aliada a la habilidad manual. Lo contemplé con sincera admiración.
Hasta los mayores manipuladores buscan la magia de la naturalidad, incluso para la aparente producción de interminables abanicos en la punta de los dedos. La aparición de cartas mágicamente, como si realmente se materializasen en el aire, es más efectiva que la producción de cartas como una exhibición de habilidad. Cardini realzaba su naturalidad manipulativa haciendo que las cosas ocurrieran cuando él miraba en otra dirección, inconsciente de lo que estaba teniendo lugar. Incluso se mostraba sorprendido al volverse y ver lo que había sucedido. Cuando hace años llegó a Estados Unidos con un número de manipulación que era una exhibición de destreza muy difícil de vender, decidió cambiar la psicología del número buscando la naturalidad, lo que le lanzó al estrellato. Ha sido muy imitado por aquellos que nunca han comprendido o «cazado» la psicología del éxito de su trabajo.
Carl Sharp era un diestro manipulador que malvivía siempre a la espera de un buen «bolo» ocasional, hasta que descubrió la naturalidad mágica como base cómica, y pasó a ser en escena víctima de los acontecimientos mágicos, en lugar de un artista con mucha habilidad manual. Ahora, transformado en el triunfante Ballantine, simula estar más asombrado que el público ante lo que ocurre. Cualquier asomo de vanidad es machacado delante del público, para deleite de todos. Ballantine ha actuado en los mejores teatros y salas de fiesta, no solo en América sino también en Europa.
Así que al seleccionar juegos para este Curso me he basado en sus valores, tanto mágicos como de entretenimiento. A menudo he simplificado los métodos para dedicarle más atención a la presentación y propiciar la naturalidad. Las maniobras difíciles de realizar –al margen de los meses o años que requiere su perfeccionamiento– han sido eliminadas en favor de pases más sencillos que consiguen el mismo efecto, o aún mejor. Un sabio dijo una vez:
—No importa tanto lo que decimos como lo que el público cree que decimos, y no importa tanto lo que hacemos como lo que el público cree que hacemos.
El punto de vista del público no es el del artista, y su reacción y disfrute es lo que marca las bases para tu éxito en público.
Muchos años han pasado desde que empecé a dar clases de magia y a escribir el Curso Tarbell original. En todo ese tiempo he visto ir y venir a muchos magos. Muchos juegos de magia vieron la luz. Fue la era de las sociedades mágicas y de los congresos de ilusionismo. Nacieron y florecieron muchos aficionados nuevos, y artistas profesionales protagonizaron el gran espectáculo del sueño eterno.
El supervisor de los otros cinco volúmenes de este Curso, Ralph Read, gran conocedor de la magia y amigo mío durante muchos años, fue a reunirse con Kellar, Herrmann, Houdini, Thurston y otros grandes maestros de la magia para una gran aventura en un reino nuevo. Mi amigo Bruce Elliot, autor y editor durante doce años de la pequeña pero gran revista de magia Phoenix Magazine, ha tomado el relevo como supervisor. Y le estoy muy agradecido a Louis Tannen, el editor, por haber cooperado conmigo desde el comienzo y ayudarme a hacer posible este nuevo Curso. Ambos han estado soberbios en sus respectivas tareas.
Un aspecto atractivo de la magia es la cantidad de amigos que he hecho gracias a ella. Existe una bella amistad entre la gente interesada por la magia, independiente de su raza o de su nacionalidad. En mis viajes me he visto gratamente sorprendido por el abundante número de personas a las que la magia ha conquistado. Mi Curso de Magia ha llegado a hogares y lugares que jamás hubiera soñado.
Una de las satisfacciones del profesor es ver los resultados que obtiene en sus alumnos, verles crecer y evolucionar, ver la felicidad y estima que les produce su trabajo. Mientras exista la ilusión y el interés por admirar maravillas, la magia seguirá siendo atractiva. Al igual que la música, el arte y la ciencia, la magia vive. Vive incluso en la propia música, en el arte, el teatro y la ciencia, porque prácticamente todos ellos nacieron de la magia. El estilo de presentación debe cambiar para satisfacer a un mundo cambiante, porque la magia tiene que renovarse y evolucionar al ritmo que evolucionan las ideas.
Además de escribir y enseñar magia, me he mantenido activo en cuanto al ilusionismo como profesión, actuando en cada uno de los estados de la Unión, ante los públicos más selectos, incluidos los recintos de gran capacidad como la Civic Opera House, el Orchestra Hall y el Harris Theatre de Chicago, con las mejores reseñas de la crítica especializada. Por consiguiente, he tenido oportunidad de estudiar con detalle el efecto que los diferentes juegos y estilos de presentación causan en el público. Al estudio de mis propias experiencias he añadido la observación atenta de las experiencias de otros magos. La prueba de fuego de cualquier juego de magia es el efecto final que causa en el público. Y cada juego que enseñamos en este Curso ha pasado esa prueba.
Como mi buen amigo Fulton Oursler –editor y escritor– me ha recalcado tantas veces: «Un buen profesor no solo debe conocer la asignatura que imparte y ser capaz de enseñarla; tiene que haber experimentado el éxito con el propio público. Tiene que poder hacer las cosas que enseña, y no solo conocer algo, sino ser una demostración viviente de sus resultados en acción».
Elbert Hubbard fue una gran inspiración en mi vida, porque me enseñó ese tipo de principios. El difunto Ladson Butler –bien conocido en el mundillo mágico– y yo tuvimos la fortuna de pertenecer a los Roycrofters, la organización que creó Elbert Hubbard. Butler era su secretario. Hubbard nos enseñó a trabajar «con cabeza, corazón y manos, y a gozar con nuestro trabajo». También nos decía que «las vallas fueron creadas para aquellos que no pueden volar», o que «tener el estómago lleno y un sueldo fijo no es poca cosa… ¡pero uno debe tener mayores ambiciones!». Cuando necesito un poco de inspiración extra, siempre la encuentro en los escritos de Elbert Hubbard.
En 1892 Elbert Hubbard dejó su puesto como presidente de la compañía de Jabón Larkin, de Buffalo, «para haraganear y estimular el alma, y además buscar una educación superior». Vendió su participación por 75.000 dólares a la edad de treinta y cinco años. El abandono voluntario de una exitosa carrera comercial que prometía beneficios millonarios, requiere coraje y visión. Su ambición era pasar cuatro años en Harvard y cuatro más en una escuela europea. Pero como muchos otros autodidactas, calculó mal y su imaginación magnificó los beneficios que las escuelas iban a proporcionarle. Pronto se cansó de los trabajos académicos y estudiantiles.
Decidió que el tipo de educación que él de verdad quería recibir consistía en sentarse a los pies de grandes hombres y mujeres, estar en contacto con esa gente inmortal cuyas ideas, hechos y logros han sido legados a las generaciones actuales, y seguirán teniendo eco en las futuras. De modo que Hubbard abandonó la escuela, se sentó a los pies de los inmortales y escribió sus experiencias en «Ciento ochenta pequeños viajes a los hogares de los Grandes». Esas descripciones aparecieron como artículos mensuales durante catorce años sin interrupción en su Philistine Magazine (Revista Filistea). Eran obras de arte que ejercieron gran influencia en otros destacados hombres y mujeres. El propio Hubbard era un gran profesor. Aquellos a cuyos pies se sentó, a su vez se sentaron a los de él. Enseñó el amor del hombre por su trabajo, que todo individuo ha nacido para servir y el hombre mejor es el que sirve mejor. Al igual que Arthur Frederick Sheldon, él creía que la maestría consiste en hacer el número correcto de cosas correctas, en la línea correcta y en el tiempo correcto, en el lugar correcto, el número correcto de veces, y siempre con el espíritu correcto.
Estas Lecciones de magia son en realidad «pequeños viajes a los hogares de los Grandes»… de la magia. Muchos magos famosos –tanto profesionales como aficionados– han contribuido con bellos juegos, explicándolos en detalle para los estudiantes de este Curso. Les estoy muy agradecido por la maravillosa cooperación que he tenido, y la aportación de materiales cuyo valor no puede calcularse en meros dólares. Las horas y días invertidos en perfeccionar muchos de estos juegos representan el resultado de años de desarrollo práctico.
Se dice que algunos de los mejores momentos de nuestras vidas transcurren charlando con un amigo. Algunos de mis momentos más felices los he pasado en compañía de magos de todo el mundo. Recuerdo las interesantes visitas que realicé a mi querida Adelaide Herrmann, la viuda del famoso mago Alexander Herrmann, y lo feliz que fui cuando me enseñó y me dejó manejar los Aros Chinos que usaba su marido, el último juego que realizó en su vida, el 16 de diciembre de 1896, en Rochester, Nueva York. Cuando Adelaide me regaló esos aros para mi uso personal, fue un momento de reconocimiento en el que las palabras parecían ser insuficientes.
Recientemente he pasado una semana con mi amigo el doctor Sir Alexander Cannon en su finca de Douglas, en la isla de Man. El señor Cannon es famoso como doctor, terapeuta, psiquiatra y metafísico. Sus libros La influencia invisible y Poderes fácticos han obtenido grandes ventas en América. Hace años el doctor Cannon me ayudó a resolver problemas en mi trabajo en el campo de la curación. ¡Qué dichoso me sentí después, al enterarme de que al doctor Cannon le interesaba la magia! Ya ha cumplido los ochenta, pero, lleno de radiante energía, sigue haciendo magia desde hace más cincuenta años. Tiene un teatro propio en su finca, «La sala encantada», un lugar misterioso con 120 butacas tapizadas, escenario, iluminación especial, estudio de grabación y efectos musicales. En ese teatro mágico di dos conferencias sobre psicología ilustrada con demostraciones de magia, llamadas «Se venden sueños». El propio doctor Cannon se encargó del acompañamiento musical.
Durante mi visita al doctor Cannon, pasando juntos muchas horas maravillosas, yo pensé que no solo es agradable tener un amigo así profesionalmente, sino también por el profundo interés que ambos tenemos por la magia. Mientras viajaba por Inglaterra, Escocia e Irlanda, pensé en los muchos amigos maravillosos que había hecho a través del interés común por el ilusionismo. Una armonía que nos preguntamos si existe en cualquier otra profesión. «Reyes, Reinas y recaderos» que olvidan su posición profesional para ver lo que ocurre mágicamente, o para intercambiar ideas. Los magos sobrevuelan océanos para visitarse unos a otros como «Los brujos volantes». Uno se encuentra con personalidades de las que ha leído cosas, pero a las que nunca ha visto personalmente. Es como entrar en un mundo nuevo.
Hemos tenido interesantes momentos volviendo al pasado, incluso para manejar y compartir los mismos aparatos cuidadosamente construidos de magos inmortales de otros tiempos. Aparatos hechos con el amor del artesano. Mente, corazón y manos colaboran en la construcción de esos aparatos, no muy baratos, pero sí muy buenos.
Edificamos el futuro apoyados en el pasado. Aprovechamos la experiencia. Vivimos hoy y el futuro está ante nosotros. El mago de éxito adapta su personalidad y su trabajo para satisfacer las demandas del momento y de los tiempos venideros. Su capacidad para dar servicio se incrementa. Aprende a aumentar el interés en lo que tiene que dar, no en el mero juego de magia, sino en el valor dramático y el ambiente del que se rodea. Para mantener el interés el poder del discurso es esencial; palabras bien elegidas, que se oigan claramente, que estimulen ideas y sentimientos agradables. Una voz de entonación grave, calmada y sincera logra una mayor carga de influencia, y llega más lejos que una voz aguda. Debo mucho a Jack Reidy, de Chicago, por la ayuda que me prestó para mejorar mi forma de hablar en público. Reidy, veterano actor, productor e instructor de teatro y radio, solía decir:
—Demasiados locutores hablan «cuesta abajo» y sus palabras pierden fuerza al final de la frase, de forma que se hace difícil entenderles. Habla «cuesta arriba» y procura que la última palabra de la frase se distinga mejor que la primera. Que cada palabra esté viva.
Nos expresamos a través de las palabras y cada palabra surge o se crea por una razón diferente. Nuevas palabras aparecen conforme crece la capacidad de expresión del hombre. Dar a una palabra auténtico significado y vida propia es hacerle justicia a esa palabra. Decir simplemente «En lo alto de la colina había algunas naranjas, algunas rosas y algunos melones persas» no es tan eficaz como decir «En lo alto de la colina se podían ver doradas naranjas, flameantes rosas rojas y deliciosos melones persas listos para comer». Las palabras de una presentación mágica no son una mera «charla», como normalmente se les llama, sino que se nos ofrecen para crear mayor interés y atractivo.
El interés llega de diferentes maneras. La cosa más simple puede despertar mucho más interés que un escenario lleno de parafernalia, dependiendo de cómo afecte a las personas individualmente. Si te dirigieras a ver una producción de un millón de dólares en uno de los mejores teatros de la ciudad, y yo te dijera que al mismo tiempo, en un teatro pequeño, proyectaban películas de ti, de tu familia y de tus amigos de la infancia, tomadas muchos años atrás y desconocidas para ti, ¿cuál de las dos ofertas elegirías? Todo depende del interés personal.
En un mundo que busca milagros, a la gente le gusta sentir personalmente que el mago realiza esos «milagros». Nunca he pretendido que mi público me considere listo, buen malabarista, diestro manipulador o hábil operador de aparatos mágicos. Siempre he preferido dar la impresión de que los milagros mágicos ocurren de manera natural. Milagros de lo trivial.
Robert-Houdin, el famoso mago francés, habla en sus Memorias de sus propias experiencias en ese sentido durante su aprendizaje con el maestro de la magia Conde de Crisy, a veces co-nocido como Torrini, y con el que viajó en su juventud. Robert-Houdin escribe:
El mismo día, al levantar la mesa, me entregó una baraja y me dijo que le mostrara mis habilidades. Aunque amedrentado ante un espectador de tan clara visión, un juez cuya destreza me pasmaba, reuní fuerzas y comencé por uno de aquellos efectos a los que había dado el nombre de «florituras». Era un preludio brillante, destinado meramente a deslumbrar a los espectadores con una muestra de la extrema agilidad de los dedos. Torrini me miró con indiferencia y me pareció ver una sonrisa jugueteando en sus labios. Quedé bastante decepcionado, pero él se apresuró a consolarme.
—Realmente admiro tu habilidad – me dijo–, pero tengo poca fe en esas florituras, como tú las llamas. Me parecen brillantes, pero inútiles. Por otro lado, me gustaría saber si las empleas al comienzo o al final de tus juegos de cartas.
—Encuentro totalmente lógico –le respondí– situarlas al comienzo, pues solo pretenden deslumbrar a los espectadores.
—Bueno, hijo mío –continuó él–; diferimos en esa opinión. Yo creo que no habría que situarlas ni al principio ni al final de cualquier juego de cartas. Por esta razón: tras exhibición tan brillante, el espectador solo verá tus juegos como el resultado de la destreza, mientras que si aparentas total simplicidad evitarás que el público intente basarlos en la habilidad. De ese modo produces un efecto sobrenatural, y pasas por ser un auténtico brujo.
—Te recomiendo –prosiguió– moderar tu vivacidad. En lugar de mostrar tanta petulancia en tus movimientos, actúa, por el contrario, con calma extrema, y así evitarás esas torpes gesticulaciones con las que los magos generalmente se figuran que distraen la atención de sus espectadores, cuando lo único que consiguen es aburrirlos.
Mi profesor, para acompañar con ejemplos el precepto, cogió las cartas de mis manos y me mostró, con los mismos pases que yo había realizado, la sutileza del disimulo aliada a la habilidad manual. Lo contemplé con sincera admiración.
Hasta los mayores manipuladores buscan la magia de la naturalidad, incluso para la aparente producción de interminables abanicos en la punta de los dedos. La aparición de cartas mágicamente, como si realmente se materializasen en el aire, es más efectiva que la producción de cartas como una exhibición de habilidad. Cardini realzaba su naturalidad manipulativa haciendo que las cosas ocurrieran cuando él miraba en otra dirección, inconsciente de lo que estaba teniendo lugar. Incluso se mostraba sorprendido al volverse y ver lo que había sucedido. Cuando hace años llegó a Estados Unidos con un número de manipulación que era una exhibición de destreza muy difícil de vender, decidió cambiar la psicología del número buscando la naturalidad, lo que le lanzó al estrellato. Ha sido muy imitado por aquellos que nunca han comprendido o «cazado» la psicología del éxito de su trabajo.
Carl Sharp era un diestro manipulador que malvivía siempre a la espera de un buen «bolo» ocasional, hasta que descubrió la naturalidad mágica como base cómica, y pasó a ser en escena víctima de los acontecimientos mágicos, en lugar de un artista con mucha habilidad manual. Ahora, transformado en el triunfante Ballantine, simula estar más asombrado que el público ante lo que ocurre. Cualquier asomo de vanidad es machacado delante del público, para deleite de todos. Ballantine ha actuado en los mejores teatros y salas de fiesta, no solo en América sino también en Europa.
Así que al seleccionar juegos para este Curso me he basado en sus valores, tanto mágicos como de entretenimiento. A menudo he simplificado los métodos para dedicarle más atención a la presentación y propiciar la naturalidad. Las maniobras difíciles de realizar –al margen de los meses o años que requiere su perfeccionamiento– han sido eliminadas en favor de pases más sencillos que consiguen el mismo efecto, o aún mejor. Un sabio dijo una vez:
—No importa tanto lo que decimos como lo que el público cree que decimos, y no importa tanto lo que hacemos como lo que el público cree que hacemos.
El punto de vista del público no es el del artista, y su reacción y disfrute es lo que marca las bases para tu éxito en público.
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