El Giobbi de abril
Este mes, en la entrada del 15 de abril de su Agenda Secreta, Roberto Giobbi nos invita a analizar la frase: «No hay juegos malos, sino magos malos».
Giobbi opina que sí hay juegos inherentemente malos. Posiblemente no sean los que creemos. A veces, vemos juegos y, como magos, no le encontramos el sentido, la coherencia interna, etc. pero funcionan. Otras veces, despreciamos cierto tipo de efectos, como los que se basan en principios matemáticos, y luego aparece Ramón Riobóo y te das cuenta de que el problema eras tú. O los deletreos –Ramón también tiene unos cuantos– que Miguel Ángel Gea tomó como reto y acabó dando a luz sus maravillosos «Mensajes»… una obra maestra.
Giobbi nos propone el principio al que Juan Tamariz llama «el critero de Carlyle»: un juego es bueno si se puede resumir en una o dos frases. Dicho de otro modo, los juegos confusos, no son buenos juegos: «Confusion isn't magic» (la confusión no es magia), que diría Vernon… pero es así. Pero claro, como de nuevo Vernon le dice a un jovencísimo Michael Ammar en sus videos Revelations: «Any rule in any art can be broken» (cualquier regla en cualquier arte puede romperse).
El criterio de Carlyle es, en mi opinión, una condición para que un juego pueda ser bueno. No lo asegura, ni invalida lo contrario.
Entonces ¿qué hacemos? Seguro que todos hemos visto juegos complejos en su vida externa, locos, incluso surrealistas, que nos han impactado. Al final, lo que ayuda a determinar que un juego es bueno es la intuición (aquí está Vernon de nuevo), y sobre todo las sensaciones que provoque en el público, o mejor dicho, en cierto público.
Igual que en otras artes hay quien dice que esto o aquello no está dentro de lo que se considera «bueno». En música, hay quien no soporta el romanticismo ruso (Prokofiev, Rachmaninoff, Tchaikovsk…) porque juega con las armonías. Hay quien dice que el heavy metal es ruido, o aficionados al heavy que desprecian al metalcore por advenedizo y simplón (!?). Y no entro en el mundo del Noise –ruido–, una tendencia ya no tan nueva en la música más alternativa. Pero tiene su público y responde a una necesidad.
Así que: ¿hay juegos malos? Yo creo que sí, y tengo mi propia lista, pero es muy personal. ¿Cuál es la tuya? O ¿crees que puede definirse la calidad de un modo cuantitativo? Es un debate interesantísimo.
Esta es la potencia de las Agendas de Giobbi, que no son meros libros, sino catalizadores, una serie de ideas que provocan, hacen pensar, movernos, avanzar en nuestro entendimiento del arte de la magia y de nosotros mismos con respecto a ella.
Willy Quintana-Lacaci